Editorial
Por primera vez en la historia del Putumayo mujeres y hombres hemos elegido democráticamente a una mujer para la Gobernación del Departamento. Una mujer joven, oriunda de este territorio, hija de su río; con conocimiento de nuestras principales problemáticas, de nuestras fortalezas y debilidades, de las necesidades que nos apremian y los sueños del porvenir.
Una mujer que asumió el reto de sacar adelante una región azotada por la violencia, la corrupción, los daños medio ambientales, la explotación minero-energética y los desafíos de la paz. Una decisión difícil en un territorio como el Putumayo, donde ser mujer ya es una desventaja y un riesgo debido a los altos niveles de violencia física y psicológica, una vulnerabilidad que se incrementa en los espacios de participación tradicionalmente masculinos.
Las reflexiones realizadas por las mujeres durante los talleres y conversatorios acerca de la participación política de la mujer, giran en torno al control masculino y la exclusión de ellas en estos espacios, “la política es cosa de hombres”. La respuesta recurrente a la pregunta sobre su no participación en cargos de elección popular (en la administración pública, en Juntas de Acción Comunal, Organizaciones Sociales, etc) nace de un sentimiento de “miedo” y “vergüenza”, porque son señaladas de no saber “hablar en público”, o les reclaman que no “entienden los temas tratados” y al final, es mejor “quedarse en casa”. Otras, activas en la vida política manifiestan situaciones de discriminación y desconocimiento durante los debates y discusiones durante el quehacer político. Ellas sienten el peso de la exclusión cuando sus propuestas y opiniones son silenciadas con varias tácticas como la indiferencia, el desconocimiento y -otra vez- “la no comprensión de los asuntos púbicos”. Las opiniones mas favorables sobre esta experiencia -cuentan algunas mujeres que han tenido la oportunidad de ser electas-, hacen referencia al período en que los hombres dirigentes estaban siendo asesinados y desaparecidos y a “ellas” les “dejaron” la oportunidad de ocupar esos espacios públicos de poder.
El caso de nuestra actual Gobernadora, Sorrel Aroca, es un claro ejemplo de lo que le cuesta a una mujer entrar en este mundo a contra-corriente para las mujeres y discriminador para todas las minorías. Hoy, seis meses después de iniciar un nuevo período de gobierno en el departamento, escuchamos gritos para recuperar la dignidad y la gobernabilidad en un territorio donde lo que ha sido común es la ingobernabilidad, la corrupción y la violencia. Son llamados a su renuncia, sin dejar la oportunidad a la defensa y que la justicia defina finalmente su situación.
En el Putumayo hay una doble vara para medir, una para los corruptos y otra para los que quieren hacer la diferencia. Vale la pena recordar la triste historia de nuestros mandatarios -hombres- que dejaron al departamento, sin salud, sin educación, con miles de víctimas sin ser atendidas, con daños medio ambientales en algunos casos irreparables y graves problemas estructurales de pobreza y abandono institucional. Nos preguntamos, ¿dónde estaban esas voces de dignidad y reclamo años atrás?.
La paz es una oportunidad para redefinir y cambiar la forma de hacer política y gobernabilidad en el Putumayo; estamos convencidas de que una mujer hará esa diferencia y cambiará situaciones estructurales que muchos ex-mandatarios no tuvieron la voluntad de hacer. Por ejemplo, tenemos la esperanza que logre cambios en la violencia sistemática contra la mujer en nuestra región, que apoye su autonomía económica y que impulse a través de su ejemplo, su participación política en todos los espacios de decisión. La Alianza de Organizaciones Mujeres “Tejedoras de Vida” del Putumayo, respalda su gestión y de igual forma, alentamos y apoyamos a las diputadas, concejalas y todas aquellas mujeres que están en cargos de decisión y poder, porque estamos unidas frente a lo fundamental, transformar la vida de las mujeres y la forma tradicional de hacer política en esta región.
Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida